Lo natural se desvanece en la constatación de su ausencia. No es que falten árboles, arenas o ríos; es que los marcos que los definían han desaparecido, dejando solo superficies y proyecciones. Lo que antes se reconocía como tierra, como entorno, se revela como construcción provisional, mediada, frágil.
El desierto, los cielos, la arquitectura de lo que habitamos—todo se despliega como un espacio de posibles, como un registro de lo que podría ser habitable si lo redefinimos. La ausencia de naturaleza obliga a imaginar su reconstrucción, a especular sobre la manera en que los humanos redefinirán la tierra, el aire, el agua, los límites del cuerpo.
El gesto artístico es mínimo, pero radical: el espacio se convierte en laboratorio para cuerpos y mentes que atraviesan la pregunta de la supervivencia. Lo que nos rodea no es paisaje, sino escenario de potencialidad: cualquier espacio que pueda sostener vida es ya terreno, es ya Tierra. Espacio, un lago seco, un desierto de sal: la definición de habitable se expande, se transforma en función de la imaginación y de la necesidad.
Vi que no había naturaleza no es un paisaje, ni un manifiesto ecológico en sentido clásico. Es un dispositivo de especulación: nos confronta con la fragilidad de lo que damos por garantizado, con la reconstrucción imaginativa de lo habitable, con la emergencia de territorios que aún no existen. En ese vacío, en esa ausencia, surge la potencia de la acción humana consciente y la conciencia de que todo terreno es provisional, mutable y sujeto a reconfiguración.
Este escenario, no reconstruye un paisaje, sino fabrica un ecosistema de sustitutos. Objetos que respiran como testigos de una transición: la materia ya no pertenece a categorías simples (natural/artificial, orgánico/tecnológico). Todo es híbrido, todo es compuesto, todo es síntoma de una mutación irreversible.
La ausencia de naturaleza se convierte en escenario de pensamiento: lo que no está, lo que falta, lo que se pierde, convoca a imaginar futuros posibles, territorios recuperables, y la redefinición continua de lo que significa habitar y natural. Y habitar este futuro significa aceptar que la naturaleza no se perdió: se transformó en otra cosa, en algo que nunca podrá ser recuperado bajo las viejas narrativas.