2. Cras quis
3. Nunc lobortis Metus
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Diam Est
Los cuerpos se disuelven, pero las conexiones persisten. Cabezas aisladas flotan en el espacio, y de ellas emergen filamentos, redes de neuronas que buscan unirse, entrelazarse, expandirse. No hay figura humana completa, solo fragmentos y pulsos, como si la conciencia se hubiera liberado de la forma, extendiéndose en un campo de relaciones abiertas.
La obra no representa un futuro de ciencia ficción, sino un escenario especulativo: un laboratorio donde las jerarquías entre cuerpo y entorno se redefinen, donde la mente se vuelve territorio y las redes neuronales se convierten en arquitectura. Cada conexión revela la vulnerabilidad y la plasticidad de la existencia: lo que se percibe como individual es inseparable de los flujos colectivos, de las estructuras que nos atraviesan y nos sostienen.
Neurotopías es espacio de tránsito y coexistencia: un mapa de posibles formas de ser, de habitar, de relacionarse más allá de lo físico. Los cuerpos fragmentados obligan a repensar nociones de identidad, territorialidad y límite; la instalación despliega un campo donde cada intersección se convierte en zona crítica, cada enlace en puente entre la memoria, la imaginación y la especulación futura.
La experiencia no es contemplativa: es atravesamiento. El visitante no mira, sino que se sitúa en relación con un sistema vivo, que late y se reconfigura ante su presencia. La obra propone que la continuidad y el movimiento no requieren unidad física: la conciencia, la inteligencia y la experiencia colectiva pueden habitar estructuras fragmentadas, expandiéndose como micelio, interconectadas y resistentes, siempre en tránsito, siempre en redefinición.
La forma humana se disuelve y se dispersa. El cuerpo deja de ser contenedor: quedan las cabezas, nodos de pensamiento, neuronas abiertas, enredándose unas con otras como micelio. La individualidad ya no se sostiene; cada conciencia se conecta, se fusiona, se prolonga en red. La identidad se vuelve topografía mutable, un tejido en constante reconfiguración.
No hay fronteras fijas entre organismos. La separación entre “yo” y “otro” se vuelve insostenible: cada conexión es simultáneamente límite y continuidad. La obra propone imaginar un futuro donde la corporeidad se redefine, donde la existencia no depende de contornos rígidos, sino de flujos, interacciones, convergencias.
El gesto es radical: pensar la vida como tejido neuronal colectivo, como una ecología de pensamiento que no respeta la estabilidad del tiempo ni del espacio. El movimiento de las neuronas recuerda que todo cuerpo es provisional, que toda frontera es frágil y transitoria. La obra no describe un cuerpo perdido; propone una cartografía de la interdependencia, una ética de la conexión como condición de supervivencia.
En Neurotopías en transición, los límites tradicionales se deshacen: lo individual se disuelve, lo colectivo se afirma, y la continuidad se convierte en territorio, memoria y gesto simultáneamente.